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El viejo racismo peruano y el nuevo “antiracismo” de Vargas Llosa (Por Carlos Bernales)

Zavalita, personaje de la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, es un joven de la clase alta limeña divorciado de ella por su temprana incorporación a una célula comunista, en la U. de San Marcos. Pasado un largo tiempo decide reencontrarse con sus padres acompañado de Ana, su pareja, una joven enfermera provinciana de colores cobrizos. En un momento de la reunión, Zavalita sólo ante su familia, escucha a su madre: “¡Cómo te has podido juntar con una mujer que podría ser tu sirvienta”!

En un episodio de No se lo digas a nadie, de Jaime Baily, un rico aristócrata de la burguesía limeña, lleva al hijo de cacería. Al regreso de una fallida aventura, mientras maneja su carro último modelo, en un tramo de la carretera se le atraviesa un hombre y lo arrolla, “¡Carajo, se enciende el burgués, no maté un venado pero maté un indio!”.

Cuando en 1997 se produjo el rescate de los secuestrados por el MRTA de la Embajada de Japón, un periodista tuvo acceso a un oficial de la marina que se encontraba entre los liberados; ingenuamente, el hombre de prensa le pregunta si el síndrome de Estocolmo había hecho efecto en los secuestrados, el oficial responde “a nosotros nos cuidaba una mujer, ¿qué relación podía entablar con alguien que podía ser mi muchacha?”

En las páginas policiales de La República, otrora periódico de centro izquierda, se lee: “…los asaltantes, en su mayoría de raza indígena, huyeron sin rumbo fijo…” ¿Sería el redactor de esa nota un periodista de raza blanca o indígena?

En Caretas, hace unos pocos años, por enésima vez un lector escribe a la sección Cartas: “Los comerciales en la Televisión no nos reflejan a los peruanos, sólo ponen actores y modelos de raza blanca”. La respuesta del director fue: “Ninguna empresa seria se atrevería a promocionar su producto usando modelos indígenas, no venderían, pues”.

Aunque a José Santos Chocano se le atribuye la expresión, el poeta Rodolfo Hinostroza habría completado la frase: “Una cosa es un desnudo griego mirando el Támesis y otra un cholo calato mirando el Rímac”

En el Perú, los lugares VIP (Very Important Person) son el eufemismo que designan espacios “Whites Only” (solo para blancos) abofeteando la dignidad humana. Estos se complementan con carteles que rezan “La Casa se reserva el derecho de admisión”; como el local de Frog’s, en Larcomar, donde no se deja entrar a los peruanos, o el Teatriz, muy cerca de allí, donde los de aspecto anglosajón pueden ingresar pagando menos de la mitad de lo que se exige a los peruanos.

En el Perú, cualquier extranjero de apariencia blanca encuentra fácil acceso a la fama y fortuna, poseen clubes, restaurantes, o discotecas, pero sobre todo, acceso a los recursos naturales de todo el país y la riqueza producida por la mano de obra indígena ¿por qué no?

Y no es sólo cuestión de títulos. El Club Nacional, en los años 50, era reducto exclusivo de la aristocracia blanca; al entonces presidente y dictador, general Manuel Apolinario Odría, se le ocurrió que tenía suficientes títulos para ingresar a mezclarse entre los blancos. No pudo porque era cholo. Humillado, poco después en su estancia por España, se le volvió a ocurrir que podría re-categorizarce como aristócrata comprando un título de Duque que nunca pudo usar. En el Perú, hasta los perros chuscos se llaman Duque.

La Armada de Guerra o “marina de Grau”, tiene el record de discriminación: ningún cholo, ningún negro alcanza el grado de oficial, apenas tienen derecho al oficio de grumetes o soldados.

El Congreso Peruano tiene una “Comisión de asuntos indígenas”. Siendo el Perú un país con una población 45% indígena y 37% mestiza, como informa el New York Times (dato demográfico que se oculta en el Perú) ¿Cómo se explica esa comisión? ¿No debiera ser al revés y que la mayoría indígena arreglara las ambiciones étnicas de la minoría (5% de la población) con una Comisión de Asuntos de la raza blanca?

La historia del racismo peruano en realidad comenzó con la conquista. El racismo era la ideología de los conquistadores. Esa mentalidad, de inspiración religiosa, sirvió para que los reyes católicos expulsen a los oscuros moros de España. Cual hordas bárbaras, los muy cristianos soldados castellanos, no dejaban piedra sobre piedra en Al-Andalus que, por 7 siglos fue uno de los grandes pilares de la cultura musulmana. El califa de Granada les imploró no destruir la famosa Mezquita, se irían pacíficamente sin oponer resistencia. Con la expulsión de los moros España perdió. Los siguientes 5 siglos descendió al nivel de los países más pobres de Europa.

Luego de capturar el Tahuantinsuyo, los conquistadores tuvieron la idea de quedarse con sus nuevas poseciones e independizarce de la Corona española. Con tal propósito, Francisco de Carbajal aconsejó a Gonzalo Pizarro casarce con su sobrina, hija de su hermano Francisco y nieta de Atahualpa. Con ello adquiriría linaje entre los quechuas y consolidaría una autoridad entre los conquistadores. De allí nacería un nuevo imperio. Gonzalo desestimó la idea por consideraciones racistas. Poco después, (1548) perdería el imperio, la cabeza y la vida al ser derrotado por las fuerzas de Pedro de La Gasca.

El racismo es una condena a muerte a la caída de Túpac Amaru II. A pedido del Virrey Jáuregui y Aldecoa, un grupo de jesuitas fue requerido para que investiguen las causas de la rebelión. Las conclusiones fueron: 1) se había dejado con vida a la aristocracia indígena; 2) se había permitido que mantuvieran su fortuna; 3) no se les había despojado totalmente de su cultura. Como resultado de la “investigación”, fueron ejecutados hasta las cuartas generaciones los descendientes de los aristócratas incas; asimismo, se les arrebató propiedades y se quemaron sus talleres, especialmente textiles, uniformizando la población en la pobreza; finalmente, se dieron ordenanzas para obligar a los indígenas a vestir bajo la usanza española, se prohibieron los idiomas nativos, se forzó a la población a traducir sus apellidos al castellano, se prohibieron las manifestaciones artísticas, música, pintura. Se les prohibió alfabetizarse, al que aprendía a leer y escribir se le sacaban los ojos y se le cortaban las manos. Completamente desarraigados de su pasado, hoy muchos peruanos buscan al abuelo español del que heredan su apellido. Mejor debieran buscar su apellido en el diccionario de la lengua Qquichua de Diego González Holguín (Elaborado en 1608).

Como se ve, la historia, la literatura peruana y las crónicas dan cuenta de como ha operado y opera el racismo en Perú y en la mayoría de países de latinoamérica. Del racismo debió adquirir conciencia Vargas Llosa cuando formó parte de una célula del partido comunista. De alguna manera la historia que inicia esta nota revela la amargura y frustración en algunos “pitucos/as” impedidos de acercarse a los cholos/as o enamorarse de ellos/as. Sin embargo, hasta donde se sabe, Vargas Llosa nunca ha arremetido contra esa lacra racial que arremete contra la mayoría de peruanos.

El indigenismo no es nuevo, y nunca ha ido más allá de la justa propuesta de recuperar las antiguas poseciones, dignificar la cultura ancestral y participar de los beneficios que la naturaleza puede proporcionar a todos. Si hay algo que caracteriza la nobleza del indigenismo es querer recuperar los territorios arrebatados en la conquista, para compartirlos, incluso contra quienes hoy le niegan esa posibilidad a los naturales.

¿Por qué, entonces miente Vargas Llosa, denunciando la existencia de un racismo indígena “antiblanco”, que ni siquiera los Humala, plantean, salvo “fusilar a los políticos corruptos”? ¿Quién se da por aludido?

En Herejes y Renegados, 1950, el historiador marxista Isaac Deutscher cuenta como los excomunistas, resentidos por el pacto de Hitler con Stalin en 1939, se pasan al capitalismo. No les resulta fácil. Los capitalistas no dejan de desconfiar de ellos por mucho que destaquen como formidables ideólogos del anticomunismo. Arthur Koestler, se quejaba amargamente: “os resentís por tenernos como aliados; pero, en fin de cuentas, nosotros, los ex-comunistas, somos las únicas personas de vuestro bando que sabemos de qué se trata”. Deutscher reconoce una gota de “amarga verdad”, pero desecha el argumento de que el renegado “sabe de qué se trata”. En su opinión, sucede lo contrario. El “renegado” está dominado por un “emocionalismo irracional” y un sentimiento de culpabilidad e incertidumbre tales que se vuelve anti-comunista visceral y frenético. Su juicio está alterado por esa emotividad, y carece, por tanto, de valor. Luego de haber sido sectarios e intolerantes stalinistas, al cambiar de bando, los renegados seguirán “stalinistas al revés” sectarios e intolerantes anticomunistas. Como Eudocio Ravinez, el verdadero fundador del Partido Comunista Peruano, (Mariátegui fundó el Partido Socialista). Ravínez devino en agente de la CIA e ideólogo de la derecha peruana. La gusanería cubana de Miami, muy vinculada a Vargas Llosa e integrada por quienes desde el castrismo exigían paredón para los disidentes y hoy piden paredón para sus antiguos camaradas, también encaja en la tipología descrita por Deutscher, tal el caso del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que de rabioso editor del suplemento literario del diario Revolución, se convirtió en rabioso opositor del régimen cubano.

Vargas Llosa, no cabe duda, es un buen escritor, aunque lleno de tormentos y complejos sociales. En su libro El Pez en el Agua desliza la idea que su padre se acholó por su condición económica y nunca llega a explicarse del todo como su madre, una aristócrata de provincias pudo haberse fijado en él, de no ser por la decadencia económica de su estirpe parasitaria que no supo arribar al capitalismo. Es para “mejorar el apellido” que el escritor se convirtió en Vargas-Llosa, apellido que ahora hereda a sus hijos. Es para redimir la decadente aristocracia de su familia materna que Vargas es hoy un caballero andante del neoliberalismo.

Es curioso que, al pretender ridiculizar el indigenismo boliviano, Vargas Llosa lo encasille entre la “izquierda de los bárbaros”, Hugo Chávez, Morales y Humala (?), en tanto le pasa la mano a la “izquierda responsable y moderna” de Lula da Silva, Tabaré Vásquez y Ricardo Lagos. ¿Será una coincidencia que estos últimos sean blancos?

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